Una vez se está a punto de terminar las clases, es importante repasar cuáles son las habilidades de estudio de cada cual con el fin de poder elaborar cada examen sintiéndonos preparados y seguros. Y es que, aunque no lo creas, ir con dudas a un examen puede hacer que el resultado no sea el mismo. Al contrario, las dudas pueden hacer que te preocupes, la preocupación que te agobies, el agobio que te bloques… y, al final, que acabes por suspender cuando podrías haber conseguido más.
Antes de que puedas empezar a estudiar seriamente, es necesario concentrarse como es debido. Así, es importantísimo minimizar o eliminar tantas distracciones como sea posible, incluyendo tanto las distracciones internas (tener sueño, estar cansado o fatigado…) como las externas (amigos, compañeros de habitación, ruido, teléfonos móviles, redes sociales…), y así poder centrarse por completo en la tarea en cuestión que vayamos a estudiar.
El espacio de estudio debe ser apropiado, ya que en él debes sentirte lo más cómodo/a posible. Así, solo una vez que tengas un espacio de estudio apropiado y una mente concentrada, y enfocada, puedes empezar a memorizar la información que debes estudiar. Puedes probar estas cuatro técnicas que te proponemos.
1. Entender el significado de las cosas
Si memorizas algo que no entiendes es evidente que, una vez hagas el examen y lo apruebes, terminarás por olvidarte de ello por completo. Y la pregunta es, ¿de qué ha servido entonces el esfuerzo? Es conveniente tratar de explicar lo que estás aprendiendo, y aplicar el conocimiento a algo que puede ser importante para ti en tu día a día: un ejemplo utilizado por el profesor al dar la explicación, algo que viste en un documental o incluso una experiencia cotidiana.
Probablemente no recuerdes lo que te pusiste el viernes pasado de ropa, pero sí puedes recordar lo que te pusiste en el baile de graduación. La nueva información se codifica mucho más fuertemente cuando se relaciona con información que ya conocemos, y tiende a ser más profunda cuando le asignamos un significado a la nueva información. Digamos que cuantas más conexiones lógicas puedas hacer con la nueva información, más fuerte y potente será la memoria.
2. Aprende lo general primero y lo más específico luego
Este método ayuda con la recuperación. Por ejemplo, si sabes que una determinada información cae dentro de una categoría mucho más amplia, entonces es mucho más accesible, y la memorizarás más fácil.
3. Recita en voz alta con tus propias palabras
Recitar en voz alta aquello que estás estudiando es ideal para que tu cerebro lo memorice. Pero, además, es aún más útil si lo recitas con tus propias palabras. Y, así, continuar intentándolo hasta que seas del todo capaz de recitarlo sin consultar tus notas (o el libro que estés estudiando).
4. Enseña a alguien más
Enseñar aquello que estás aprendiendo a otra persona es una de las mejores maneras para aprender tu mismo. Y si no tienes a un oyente dispuesto, como un padre o un amigo, entonces puede ser tan sencillo como enseñar a la pared o a un muñeco. Eso sí, ¡mejor hacerlo a puerta cerrada!.
5. Consejo adicional: practica con las preguntas
Tanto si ya están en tu libro de texto como si tienes que inventarlos tu mismo/a, intenta hacer la mayor cantidad de preguntas posibles sobre aquello que estás estudiando.
Así, en lugar de solo recitar la información de memoria, las preguntas te piden que apliques el conocimiento que tengas sobre ello, asegurándote que realmente entiendes la información.
Como probablemente sepas, lo cierto es que memorizar es sumamente importante a la hora de aprobar un examen, pero lo es aún más entender qué es lo que estás memorizando, para que de esta manera a tu cerebro le sea mucho más sencillo retenerlo, y no olvidarlo en un futuro.
Y es que, como ya te hemos comentado en otros momentos anteriores, ¿de qué sirve memorizar un texto para sacar un ‘5’ en un examen, si luego te olvidas de lo que has memorizado? Lo mejor, como vemos, es aprender entendiendo aquello que tenemos delante, y nunca memorizar por el simple hecho de aprobar.